La epicondilitis, coloquialmente llamada “codo de tenista”, es el dolor en la cara lateral del codo secundario a un proceso inflamatorio en el tendón común de los músculos extensores.

No es la única patología que puede generar dolor en esa zona, pero con gran diferencia es la más frecuente. Afecta aproximadamente al 2% de la población cada año, especialmente a pacientes en edad joven entre los 35 y los 50 años.

El Extensor Carpi Radialis Brevis (Extensor Radial Corto del Carpo – ECRB) es el tendón que habitualmente genera los problemas.

Si bien se llama codo de tenista porque es una patología que suele afectar a estos deportistas, en la población general se asocia con la carga de grandes pesos o a la realización de movimientos repetitivos.

Se produce dolor al realizar agarres con fuerza, sostener pesos en suspensión o al realizar movimientos de extensión de la muñeca. Este dolor se traduce además en una pérdida de fuerza, motivo por el que suelen consultar los pacientes.

El diagnóstico se basa en la exploración y la historia clínica. Las radiografías tienen poca utilidad, aunque a veces se pueden observar calcificaciones en la zona. Tanto la RNM como la ecografía nos pueden indicar la tendinosis del ECRB, o detectar otras patologías con síntomas similares, pero en inicio no son necesarias para el diagnóstico.

Se han descrito múltiples tratamientos, con un rango de efectividad limitado. Según la literatura, el tratamiento más efectivo es cambiar la actividad que causa la epicondilitis. Esto muchas veces no es posible, sobre todo en el ámbito laboral, por lo que tenemos que recurrir a otras opciones.

La primera línea de batalla es la fisioterapia y la terapia antiinflamatoria. Existen múltiples esquemas de tratamiento, sobre todo la iotoforesis, ultrasonidos, ondas de choque… Se suele aconsejar también el uso de brazaletes o cinchas para descargar la tensión de los tendones del epicóndilo.

También solemos recurrir a las infiltraciones, generalmente con anestésico local y corticoide o plasma enriquecido en plaquetas (PRPs), con resultados variables.

Únicamente cuando todo esto fracasa durante al menos 6-12 meses, y el paciente continúa con un dolor importante se puede recurrir al tratamiento quirúrgico.

La cirugía habitual consiste en la decorticación del epicóndilo, realizar perforaciones sobre el tejido óseo y eliminar el tejido degenerativo del ECRB (que se encuentra debajo el ECRL). También se realiza con frecuencia el alargamiento de la fascia de los tendones extensores mediante varios cortes transversos. Wolff apostó por añadir sistemáticamente a la cirugía la liberación del nervio interóseo posterior, y existen varios trabajos que lo apoyan.

El nervio interóseo posterior es una rama dependiente del nervio radial que al ser comprimida puede generar síntomas similares a la epicondilitis, siendo el diagnóstico diferencial por excelencia. Asocia síntomas neurológicos distales que no son explicables únicamente por la epicondilitis y existe alguna maniobra exploratoria específica (dolor a la extensión del tercer dedo contra resistencia, Scratch test…) así como pruebas diagnósticas (electromiograma), pero no son muy concluyentes. La prueba más rentable consiste en la infiltración diagnóstica ecoguiada, la cual en caso de proporcionar mejoría significativa de forma transitoria, sí hace pensar en la existencia de una compresión del nervio interóseo posterior.

Este acto quirúrgico añade ciertos riesgos a la cirugía, por lo que también hay autores que no aconsejan su realización de forma rutinaria, únicamente cuando exista sospecha clínica.

Como conclusión hay que indicar que la epicondilitis es un cuadro autolimitado que puede tener una duración de 2 años. El mejor tratamiento es el cambio de actividad y evitar aquellos gestos que generen dolor.

Existen múltiples opciones de tratamiento que incluyen estiramientos, diferentes técnicas fisioterápicas como láser, onda corta, ultrasonidos, magnetoterapia, punciones secas…, infiltraciones con diferentes productos como el corticoides con anestésico local o plasma enriquecido en plaquetas (PRP), uso de cinchas para disminuir la tensión sobre la inserción de los tendones, hasta llegar al tratamiento quirúrgico.

Cuando existen tantas opciones de tratamiento suele indicar que ninguna de ellas es especialmente efectiva. Por ello siempre es aconsejable intentar no recurrir a los tratamiento más agresivos hasta que sea absolutamente necesario.